El concepto “saludable” se ha convertido en parte fundamental en nuestro día a día. Y, por supuesto, la arquitectura no desoye estas nuevas tendencias. Lo “healthy” está de moda: en la alimentación, el maquillaje, la cosmética, la ropa… Y, como no podía ser de otra manera, también en las diferentes estancias de una vivienda. Hablamos, en este sentido, de edificios saludables.
Son aquellos espacios que están pensados para contribuir a la salud de sus habitantes, así como su bienestar. Para ello, se presta atención a cada detalle de la construcción, desde el diseño de las instalaciones hasta la elección de los materiales, una de sus premisas fundamentales es la calidad ambiental interior. Y, para ello, se llegan a utilizar, incluso, barreras para proteger el espacio de agresiones externas como el ruido, el aire contaminado, o las microondas.
Por las características inherentes a nuestro ritmo de vida, la mayor parte del tiempo lo pasamos en espacios cerrados, por lo que prestar atención a su nivel de salubridad es fundamental. Sabemos qué es lo que implica una dieta o una rutina saludable. Ahora bien, ¿qué elementos definen un edificio saludable? Para que un inmueble sea saludable, tiene que cumplir una serie de características.